Desde el momento en que fuiste concebido hasta este preciso instante hay muchas cosas que podrían haber salido mal: una infección que comienza con una bacteria despistada y se nos va de las manos, una pequeña mutación que termina en un ejército de células inmortales, o un gen que se activa en un momento de tu vida y te la cambia para siempre. Y aun así, aquí estás. Para mí, ese es el verdadero milagro de la vida: que a estas alturas no hayas muerto.
Pero debo reconocer que, cuanto más conoces el cuerpo humano y cómo funciona, mejor entiendes que sea capaz de hacer frente a todo eso. Porque lejos de un milagro, lo que te salva es tu propia biología: no eres consciente de hasta qué punto tu organismo está preparado para enfrentarse a casi cualquier cosa, por muy mal que pinte. De que, a pesar de no ser siempre así, cuando un gen muta, lo reparas; cuando una bacteria entra con malas intenciones, la destruyes; y cuando una célula pierde el control, a veces, incluso se suicida por el bien del resto.