No se llama Jeidi, pero así le dicen porque vive sola con su abuelo y sus animales en la punta del cerro. Tiene once años y dos amigos, Vicki y Ariel, por casualidad, por obligación y desde siempre; son los únicos alumnos del cuarto nivel. Es 1986, por las tardes los adultos sacan sillas a la única calle de Villa Prat y miran pasar la vida, mientras los niños ven "Terminator" o pescan en el riachuelo. Jeidi parece vivir en un planeta paralelo donde se comunica con un Dios extraño, caprichoso y con malas pulgas. Y lo que le ocurra a esta niña cándida, huérfana y no muy pilla va a cambiar el destino de su pueblo, o tal vez solamente el suyo.