Alfredo Molano Bravo fue escritor, periodista y sociólogo. Nació en Colombia en 1944 y falleció en 2019. Pero lo más justo para definirlo sería decir que fue un hombre que defendió la justicia social y los derechos humanos, principalmente de los campesinos. Desde siempre, Molano se preguntó los por qué, los para qué y, principalmente, los hasta cuándo de la violencia en su país. Se rebeló al estudiar sociología. Se rebeló al contar noticias de los trabajadores rurales de los llanos, de los ríos, de las montañas, de los precipicios y de las selvas de Colombia. Contó -y convirtió en testimonio- la vida de los campesinos víctimas del conflicto armado. También integró la Comisión de la Verdad en Colombia. Este hombre sensible que aportó a la conciencia crítica de su país se escribió cartas con su nieta Antonia durante más de diez años. Esa correspondencia está recopilada en el libro “Cartas a Antonia”. Le quiere explicar el país en el que nació, narrarle su lucha, dejarle un legado… Para el episodio de hoy, sin embargo, no elegimos una carta de Molano. Sino una de las pocas publicadas de su nieta Antonia, en la que recuerda su olor, sus abrazos y esa conexión inolvidable de abuelo-nieta. Lee la actriz Jazmín Irupé Borojovich Berro.
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Ese saco rojo que usaba todas las mañanas al despertarte cuando ibas a tomar café, ese saco rojo que arropaba tus brazos cuando escribías, ese saco rojo que no fue uno sino muchos: cada que pasaba la vida tenías un nuevo saco rojo, siempre diferente marca, siempre de diferentes tonalidades, pero nunca dejó de ser rojo. Mis ojos vieron varios sacos y todos tenían algo en común: cuando tú lo tenías y me abrazabas me sentía salvo, como si fuera mi protección, mi amuleto. Ese saco rojo que siempre tuviste te acompañó hasta tus últimos días. Ese saco rojo que aún mantiene tu olor, tu sensación y tu amor. Yo soy la afortunada de tener ahora ese saco rojo, pero ahora sin tus brazos, sin tu pecho y sin esa sensación de seguridad y tranquilidad al abrazarte con ese saco rojo. Ahora solo me queda el saco rojo para sentirte, para olerte; ahora lo abrazo y siento que todo lo que vivimos juntos al lado del saco rojo. Añoro abrazarlo y que tu amor no esté detrás de él, añoro abrir un ojo y verte poniéndote ese saco rojo, un pantalón de sudadera gris y unos tenis amarillos que usabas como si fueran pantuflas. Extraño abrir mis ojos y verte con tu saco rojo preguntándome si quiero milo, ya que tú te vas a hacer un café. No me hallo sin ti y solo veo ese saco rojo que abrazo cuando me hace falta y huelo cuando no te encuentro. Sé que algún día se le va a ir este olor al saco rojo que huele a ti, a tu amor, a tus brazos y a tu café, pero no podré hacer nada, igual sentirás metido en el saco rojo que para mí es un portal entre tú y yo; es esa conexión que seguimos teniendo y aunque se le vaya tu olor al saco rojo tú seguirás ahí viéndome con esos ojos de enamorado que me ponías con que yo me derretía. Adiós abuelo, aquí te tendré y también tu saco rojo.