Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1970.
El cantante Víctor Jara está exultante por la llegada al poder de Salvador Allende. Se lo cuenta a Rubén Ortiz Fernández, músico, arquitecto y hasta entonces su amigo por correspondencia. En este texto, lleno de esperanza, el artista difunde su pensamiento revolucionario y las bases de su canción social. Lee el actor Patricio Contreras.
******
Querido hermano Rubén: ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué habrías hecho tú la noche del triunfo de Allende? Estoy seguro que lo mismo que hicimos todos. Llorar, saltar, cantar, gritar, correr, jugar a la ronda de alegría que nunca antes Santiago había visto.
Hermanito, son tantos los años de postergación, miseria y engaño. La noche del triunfo estuve al lado de algunos viejos capos de la Unidad Popular y no podían creer que fuera verdad. Haber vencido la fabulosa campaña de la reacción y a los americanos fue una verdadera patada en el culo.
Lo cómico de todo es que con la campaña del terror comunista les salió el tiro por la culata, porque ahora son ellos los despavoridos y espantados, que con sus histerias creen que van a causar pánico general. Son muy huevones.
El pueblo como nunca está como tabla de firme frente a todo tipo de artimaña sediciosa o financiera. Sabemos que estos carajos tratarán de hacer lo imposible y me imagino que técnicos norteamericanos están haciendo funcionar sus computadoras para tejer futuro.
El 24 de octubre es la decisión definitiva del Congreso pleno y hasta esa fecha la cosa está tensa, pero no creo que vaya más allá que simples estallidos histéricos.
Hermanito por fin el pueblo al poder. Cuba poderosa ilumina fuerte.
Hemos sabido de las repercusiones en el continente y los gorilas están cagados de susto por la voz que se alzó desde el otro extremo. Perú está feliz; bien para estos milicos ‘sui generis’ era muy importante el triunfo de la Unidad Popular.
Rubén, comprenderás que ha sido un año lleno de trabajo, inquietud y nervios. Razón por la que me disculpo no haberte escrito antes, cuando recibí esos fantásticos regalos: el estupendo disco y la cinta con tu voz y la de tu compañera que se oye por ahí. Curioso, ya me eres muy familiar. Ya eres Rubén y Los Folkloristas. Ya están aquí felices junto a nosotros. Felices y con ganas de hacer muchas cosas para comenzar a construir una nueva patria.
Te confieso que soy muy malo para escribir. Así que disculpa estos silencios prolongados y esta exuberancia por el triunfo popular.
Por aquí llegaron, auspiciados por la Embajada de tu país ‘Los cantores de América’. Fui a ver el recital y después un señor moreno y muy afable me invitó a que fuera a tomar unos tragos junto a este conjunto, a su casa. El señor era su Agregado Cultural, allá estaban el Embajador y su Embajadora y los amigos de la Embajada con sus coches insolentemente grandes.
Estos cabros me hablaron de ustedes como sus ‘competidores’. Te digo que no le tengan ningún miedo a estos rivales. Están muy por debajo de ustedes desde todo punto de vista. Es raro que cantando música popular parezcan y suenen como un conjunto de cámara de la corte de Luis XV. Sutiles, finos y delicados el huayno boliviano, el bambuco, el son jarocho, o el joropo suenan igualitos, sutiles, finos, delicados con refinados toques de atonalidad.
Me parece que América está dejando de pertenecer a “los salones” y vuelve cada vez más huracanada, a las manos de su único dueño El Indio; que era algo más que sutil, fino y delicado; era y es barro, puño, dolor y sangre, grito o risa estallada y cada vez más consciente de su poder.
Escuchándolos a ustedes, después de ellos, la diferencia se nota. Siento que ustedes cantan más verdaderamente a América. Y podemos estar contentos. Creo que el camino que hemos escogido es difícil y tremendamente importante. Por eso cada paso debe ser hecho con verdadero peso.