En los años setenta, Lima estaba en un periodo de crecimiento acelerado: nuevos barrios surgían de la noche a la mañana, y la capital peruana se iba convirtiendo en la ciudad laberíntica de 9 millones de personas que es hoy. En medio de ese desarrollo llegó Oliver Perrottet, un joven suizo, que se propuso algo en principio imposible: plasmar esta Lima inabarcable en un mapa.