Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti nacieron en Italia. Eran obreros y seguidores del anarquista Luigi Galleani. Cuando eran muy jóvenes, emigraron a los Estados Unidos. En ese país, fueron encontrados culpables de dos crímenes que no cometieron.
El juicio duró apenas unas horas y estuvo marcado por las ideas antiitalianas, antiinmigrantes y antianarquistas de los jueces.
Después de seis años de protestas, apelaciones y presión internacional, fueron condenados a la silla eléctrica. En esta carta, escrita desde la cárcel, dicen: "No queremos morir inútilmente". Lo lograron. Se convirtieron en un símbolo mundial de la lucha obrera.
"Sacco y Vancetti" es el nombre de una obra de teatro sobre este caso. La escribió el dramaturgo y director Mauricio Kartun, quien lee este episodio de Epistolar.
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18 de octubre de 1921. Cárcel de Dedham, Mass.
Hemos sido erróneamente condenados por un atroz asesinato que otras personas cometieron. El crimen es completamente extraño a la lucha de los trabajadores para mejorar su situación.
No tenemos miedo a la muerte.
Todo trabajador, como siervo del capitalismo, afronta millones de veces la muerte en el cumplimiento de sus tareas. No tememos la muerte, pero nos rebelamos angustiados al pensar que debemos morir por un delito que no hemos cometido, por un hecho que no tiene ningún significado social.
Desde los primeros años de nuestra juventud hasta el momento de la detención dimos nuestro tiempo, nuestras fatigas y los medios que ganábamos penosamente a la educación de los trabajadores, preparándolos para el día que el proletariado sepa emanciparse.
No somos vulgares malhechores que robamos y matamos. Ningún hombre en condiciones mentales normales comete un asesinato. Los delitos de violencia son la demostración precisa de que la actual sociedad está en condiciones anormales que determinan esas formas especiales de delincuencia.
No es preciso aquí repetir la historia de nuestro proceso y de nuestra condena. Una red diabólica de mentiras fue construida en nuestro daño y algunos inocentes actos nuestros fueron hábilmente falseados por la mentalidad insidiosa de aquellos que en los defensores del trabajo, ven solamente enemigos de la sociedad.
El capitalismo americano no llega a comprender que un trabajador pueda ser un activo luchador contra la explotación y al mismo tiempo tener una inteligencia y un corazón que repudien los hechos de violencia.
El complot tuvo el último retoque al ponerse en evidencia nuestra fe en la justicia de las reivindicaciones de los trabajadores. Esta razón fue suficiente para condenarnos.
Si vamos a la silla eléctrica iremos, no porque se haya demostrado que somos culpables del delito que se nos atribuye, sino por nuestros ideales. E iremos permaneciendo fieles a nuestros principios, los cuales, si hoy son rechazados y combatidos, mañana dominarán la vida.
Si morimos, moriremos con la convicción de que los hómbres de vanguardia deben morir siempre. Deseamos, mientras tanto, que nuestra muerte no ocurra en vano y que vosotros, trabajadores que hacéis posible la vida de la sociedad moderna, haréis que nuestro sacrificio sea más elocuente y útil al progreso social que lo sería nuestra vida.
No queremos morir inútilmente.
Si hemos de morir, haced al menos que nuestro sacrificio contribuya a abrir el camino a un mundo en el que no existan más las clases dominantes, sofocando las aspiraciones de la libertad.
Nicolás Sacco
Bartolomé Vanzetti