La víbora pica al hombre que, enseguida, registra cómo el veneno va subiéndole por el cuerpo. Decidido a salvarse, Paulino corre a su casa, pero cada segundo que transcurre el milagro parece más lejano. Entonces salta a su canoa, para remar hasta donde lo ayuden... o hasta donde pueda.
Este cuento forma parte de la antología "Cuentos de amor, de locura y de muerte" (1917).