Volverse feminista es muy kermoso, pero también es súper difícil y cansad porque, aunque el feminismo nos salva de muchas maneras, también nos reta a cuestionarnos constantemente las actitudes, propias y ajenas, en toooooodos los ámbitos de nuestra vida. Esto implica abrir los ojos a muchas verdades dolorosas y a un eterno enfrentamiento con familiares, amigues y demás personas queridas.