Hace unos días estaba escribiendo un mail para hacer la última llamada al Reto Sé Más Tú y me salieron unas ideas que pensé “esto lo tengo que compartir con toda la audiencia” y se trata de un tema divino. Literal, de Dios.
Yo le digo Dios a la que, para mi siempre ha sido una presencia amorosa, que no juzga, que siempre está y que lo único que tiene para mi son cosas buenas y nutritivas. Si para ti representa otra cosa (porque sé que existe mucho trauma religioso en nuestra cultura), te abrazo profundamente y te invito a largo plazo a trabajar en ello para resignificarlo, y a corto plazo a cambiar la palabra por lo que tenga una vibración más alta: universo, ser superior, luz, amor, bondad, paz… pero que sepas que de eso estoy hablando cuando digo Dios.
En el capítulo de hoy te comparto por qué creo que la presencia divina es fundamental para tu salud mental, para reducir el hábito del control y el perfeccionismo tóxico, y para tender los puentes de amor y comprensión con algo más grande que tú, que te sostiene y te cuida. Y es algo que necesitamos, sobre todo, quienes vivimos negligencia emocional infantil y hemos reconocido heridas de abandono y rechazo.
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