La carta a los padres podría ser un subgénero literario dentro del epistolar. En este caso, la maravillosa escritora Hebe Uhart usa la carta como una forma de sacarlo todo afuera, de decir, para que las palabras y los sentimientos dejen, aunque sea por un momento, de habitarnos. Un texto con reconocimientos tardíos y algunos reclamos a la madre muerta. Lee la actriz Sonia Novello.
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Querida mamá:
Va la tercera vez que te escribo esta carta; la primera carta no me gustó y perdí la segunda. Ahora cuando no quiero una cosa, no la tiro: se me pierde, aunque después me vuelve a interesar de nuevo y sé que en algún momento va a volver. Ahora trato de hacer siempre dos cosas al mismo tiempo: por ejemplo, mientras limpio los estantes, encuentro algo que necesitaba, y cuando barro, escucho la radio; si tomo sol, arreglo las plantas. Tanta bronca que me daba cuando vos me decías: “De paso, hacé tal cosa” y yo no quería hacer nada de paso para no perder la idea de la actividad fundamental. Ahora no sé si la actividad fundamental es barrer o escuchar la radio. Y entiendo cuando vos te decías a vos misma “sí, sí, sí...”, como si algo se fuera animando, como si la vida se pusiera en marcha en uno con prescindencia de los propios designios.
La situación económica es mala, pero yo me arreglo. No vivo más en el departamento de Gascón. Me mude a uno con un gran balcón. Puse muchas plantas y tengo una enramada que yo llamo la parra. Bueno, eso te quería contar. Me olvidé de barrer las hojas del balcón, se tapó la rejilla y se me inundó toda la casa. Puse un montón de pruebas viejas de los alumnos y cartones para parar el agua pero es de lo más solapado e incontenible. Llegó hasta el ascensor. Ahora no me sucede más eso y no tengo una sola cucaracha porque me he vuelto muy limpia. A veces lavo ropa para no fumar tanto y también corrijo pruebas porque cuando se corrige no se gasta plata.
Mamá, tengo un gato que se llama Andrés, Marabú, Misho y catito. Es precioso, blanco, gris y dorado. Le doy pescado para el brillo del pelo. Araña una alfombra que no conoces, me araña los vaqueros y de tarde en tarde un poco a mí, cuando está muy frustrado. Duerme a mis pies y no digas ¡Santa madonna! Porque no tiene pulgas, y si las tiene, no me las pasa y si me las pasa, no me pican.
Como en los platos de porcelana que vos me dejaste y que cuidabas para las grandes ocasiones, pero a mí me parece bien y solo veo al asunto un poco raro cuando alguien me lo señala y para que no crean que estoy un poco loca me prometo comprar un plato de gato, pero después me olvido. Todavía guardo copitas de cristal pero, se me fueron rompiendo en diversos festejos y porque sí no mas.
Los manteles de hilo se los regalé a las primas. Tenías razón, yo no soy para manteles de hilo y aparte ahora vienen unos lavables de tela sintética, se tiran y así se cambia un poco.
Tenías razón en muchas cosas. Tenías razón en que la siesta es algo hermoso.
Cómo me gustaría mamá que te vinieras a sentar debajo de la parra con tu bastón, jamás te pelearía por nada, como cuando vos cobrabas y te comprabas un oporto y un paquete de caramelos. Yo te acompañaba impaciente y con fastidio y te decía: - para qué los querés si no los comes? Y vos me decías vacilante: - para tener por si viene alguien.
Mamá tanto que hemos peleado y nos hemos querido, que después que te fuiste yo pensaba, como puede ser que todo eso que existió, no exista más, y que ahora ella ignore todo lo que me pasa, que de lo mismo blanco que negro. Yo creo que me da trabajo esta carta porque no quiero llorar. No sé por qué no quiero llorar, que hace tanto que no lloro y me vendría bien tal vez con alguna película.
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