Ingeborg Bachmann y Paul Celan fueron dos de los poetas en lengua alemana más notables de la segunda mitad del siglo XX. Tuvieron una relación amorosa, intelectual y epistolar. Se mandaron cartas durante más de 15 años y buena parte de esos textos están en un libro, que recomendamos ampliamente, llamado “Tiempo del corazón”.
En esas casi 200 cartas, aparecen sus preocupaciones históricas sobre la Europa de la segunda posguerra, el desasosiego y los temores después de los campos de concentración. Para este episodio elegimos una carta con espíritu de encuentro. Ella le dice que quiere verlo en París. Que quiere caminar al borde del Sena tomados de la mano. “Para mí eres desierto y mar y todo lo que es misterio”, le confiesa la poeta. Lee la actriz María Fiorentino.
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Viena, 24 de junio de 1949.
Querido:
Porque ni lo pensé, hoy, el día anterior –el año pasado también fue así–, llegó tu postal, en vuelo directo a mi corazón, sí, es así, te quiero, en aquel entonces jamás lo dije. He vuelto a sentir la amapola, profunda, muy profundamente, tu magia ha sido tan maravillosa, jamás podré olvidarlo.
A veces lo único que quisiera es irme y llegar a París, sentir que tocas mis manos, que me tocas entera con flores, y después otra vez no saber de dónde vienes y adónde vas. Para mí eres de la India, o de un país aun más lejano, oscuro, marrón; para mí eres desierto y mar y todo lo que es misterio. Sigo sin saber nada de ti y por eso muchas veces tengo miedo por ti, no puedo imaginarme que tú debas hacer lo que los otros hacemos aquí, yo debería tener un castillo para nosotros y traerte
conmigo, para que puedas ser allí mi señor encantado, tendremos muchas alfombras allí y música, e inventaremos el amor.
He estado pensando mucho. “Corona” es tu poema más bello, es la anticipación perfecta de un instante donde todo se vuelve mármol y es para siempre. Pero para mí aquí no será “tiempo”. Tengo hambre de algo que no me darán, todo es chato y flojo, está cansado y gastado antes del uso.
Para mediados de agosto quiero estar en París, un par de días solamente. No me preguntes por qué, para qué, pero quiero que estés para mí, una noche o dos, tres... Llévame al Sena, vamos a mirar y mirar bien adentro hasta que nos hayamos vuelto pececitos y nos reconozcamos.
Ingeborg