Elizabeth es pobre, pero tiene qué comer, dónde vivir, qué vestir y tres hijos en la escuela. Esta no es la historia de lo que a Elizabeth le falta, sino de lo caro que le cuesta lo que tiene. Elizabeth sabe en cualquier momento de cualquier día cuánto dinero trae en la bolsa, cuánto tiene en la cajita que funciona como su cuenta de ahorros y cuánto puede gastar ... si es que puede. Para ella y su familia cada peso importa y cada peso alcanza para menos que en otros hogares. De los 300 pesos diarios que gana, casi la mitad los gasta en el transporte de ella y de sus hijas. Entre las tres toman 16 peseros y metros al día, y pierden 10 horas diarias en trayectos ... Pero el transporte no es lo único caro para Elizabeth: ir al médico es un día de salario, el internet y el celular se compran por minuto, el papel higiénico por rollo, comprar a crédito es endeudarse de por vida por un refrigerador que sólo tendrá seis meses de garantía y hasta ir a recoger el apoyo de Prospera tiene un precio: un día de salario, el que Elizabeth tiene que dejar de trabajar para ir a las reuniones del programa.