Una carta es una conversación entre dos ausentes, como alguna vez la definió Carlos Monsivais. Pero también es una forma de intentar llegar al otro, de avanzar y, claro, de seducir. El escritor y diplomático colombiano Juan Gustavo Cobo Borda lo intenta con esta carta de amor. Aunque se lamenta de una empresa que considera harto difícil. Dice “tan torpes los hombres, tan ansiosos siempre, tan irreales como estas palabras...” Lee el actor Ramón Valera.
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Querida mía: ¿Podrán las palabras seducir?¿Lograrán ellas avanzar hacia ti, con ansiosa timidez, y rozar una mano, un rostro, una nuca? Porque la página es el cuarto donde todos los juegos se pernoten. Porque este rectángulo blanco alberga todas las imaginaciones posibles: lo que tú has soñado, lo que he ansiado, lo que quizás ninguno de los dos sabe bien cómo se llama. Sí: confiemos por un momento en el conjuro de los vocablos. Ellos te traen aquí, buena como el pan, ácida como el limón. Las equivocaciones reviven, risueños, errores que no valen la pena. Tan torpes los hombres, tan ansiosos siempre, tan irreales como estas vagas palabras. Basta leer las cartas de Rilke a Benvenuta. Vercómo Benvenuta sí clava los pies en la tierra y concreta al volátil,cobarde, hipocondríaco Rilke. Ahora también quedan las cartas de Benvenuta. Justa inmortalidad. ¿Eres una, eres dos, cuántas eres? Quiero sentir cómo las palabras fluyen sobre el papel -pluma leve,tinta negra- y llegan hasta ti, la lejana, la ida y recobrada, la que tanto tiempo, durante tantas horas, ha rondado por mi mente. Esa mente ya vacía, esa mente que quisiera ágil, depurada, certera para gozar, entrelazada, con la tuya -la pura alegría de intuirnos en la distancia insalvable. Humor, goce, la cariñosa sensualidad de dos almas que se ríen y se desean lo mejor. ¿Podré salir, romper el cerco, bailar eufórico en la entrega, como el bonsai que solo produce naranjas porque sí, más allá de quien las recibe, mucho más allá de quien las saborea? No hay nada que contar. La vida se va, el tiempo insensibiliza cualquier
afecto, la rutina nos protege del terrible milagro. Aun así confía en tu insensatez.Tengo una fe infinita en el error. Quisiera equivocarme apasionadamente. “Sin plata, sin novia, sin porvenir” o “gordo, viejo y fracasado”, como prefieras, intento extraer fuero de estas fatigadas palabras. Las de siempre. Huecas y vacías. Pero no tengo otra. Quizás en la alta noche, cuando el único ruido sea la vibración de la luz en los faroles, tú, sin saber bien cómo o por qué, las repases y les confieras sentido. Un enigma siempre requiere de dos. Es tan fácil la felicidad. Tan gratuita. Basta con sentir algo tibio. Volver a llamar sólo para oír de nuevo una voz quizás estropeada por la gripe. Tan sencillo. En consecuencia no
dudo más y arrojo estas palabras, así, deshilvanadas, sabiendo que las complementarás. Como ves, no tengo nada qué decir pero aun así escribo. El oscuro deseo mueve las aspas del molino y tritura los granos, las jugosas uvas, el cuerpo que otro cuerpo exprime hasta el delirio. Consérvame, cuídame, y suéñame sin límites. Yo te percibo.Siento el azul de tus venas cada día más próximo, en su latido.El secreto está a salvo. Nada he dicho. Así que el círculo se cierra y entrelazados por cadenas más férreas que el destino, contemplamos cómo los astros trazan rutas. En algún punto ¿cuándo? ¿dónde? Las nuestras se juntan.Que el amor te bendiga. Juan Gustavo