Dependemos de Dios todo el tiempo, y hay veces que no podemos hacer otra cosa. El Señor nos da la fe que necesitamos para superar esos momentos. Sadrac, Mesac y Abed-nego no podían hacer cambiar la voluntad del rey, y no podían disminuir el calor del horno de fuego. Sólo sabían que no podían inclinarse ante un dios falso. Fueron arrojados al fuego dependiendo sólo de Dios para lograr el resultado