Esta carta fue escrita en el año 1973. Federico Fellini está a punto de estrenar “Amarcord”. Con esa película, ganará tiempo después el cuarto Oscar de su carrera. Pero en este momento sus preocupaciones son otras. Está obsesionado con lograr un buen afiche para su película. Para eso, le escribe a Giuliano Geleng, pintor, escenógrafo y colaborador activo de Fellini en muchas de sus películas. “Ponete ya mismo a trabajar”, le dice. Acá va el minucioso encargo de un genio inmortal. Lee el actor Luis Machín.
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Querido Giuliano:
Me dicen que también tú estuviste anoche en la proyección y que la película te gustó mucho. Es obvio que el asunto me deja completamente indiferente. Olvida que viste la película y olvida que te gustó.
Piensa más bien que la salida de Amarcord será dentro de un mes y que lo urgente por lo tanto es que se nos ocurra una idea para el afiche ya que los bocetos que me presentó la distribuidora parece que fueran órdenes de captura contra el presidente y el jefe de la oficina de prensa. ¿Tienes alguna idea? Lo dudo; y de todas formas, si la tienes, olvídala. ¡No sé por qué diablos pienso en ti en vez de dirigirme a otro pintor! (A propósito: ¿no me podrías proponer algún nombre?).
Hablando en serio, no te esperes que yo ahora me ponga a charlar contigo y a hacer disquisiciones o a discutir sobre Amarcord en el intento de que lleguemos a una idea gráfica que presente la película al público de una manera exacta y eficaz. En todo caso no te agites, coge papel y lápiz y escríbete estos apuntes, que son burdos y aproximados, pero si dios quiere lo suficientemente confusos.
Entonces: el afiche, a primera vista, tendría que desencadenar la alegría repiqueteante de una tarjeta de Navidad o, mejor todavía, de Pascua. El color debería ser neto, brillante, sonoro, e insisto en la sonoridad; del afiche debería salir una especie de repique de campanas, de voces, de gritos y arias y luz y viento.
No te asustes. Te preciso un poco más la composición: todos los personajes de la película deberían aparecer como asomándose desde el afiche, y mirar a los espectadores, a los que pasan por la calle. Yo creo que estos personajes deberían quedar como sorprendidos en una atónita inmovilidad, amable, atrevida y renuente, una especie de vieja imagen indeleble y fabulosa que se refleja en un espejo festivo, dominical.
Se podrían proponer los semblantes de cada uno de los personajes de acuerdo con un nítido módulo naïf: pero que sea un naïf revisado críticamente capaz de disimular, aunque no mucho, una cita irónica y afable (en el fondo me parece que éste es el signo más inmediato si se quiere caracterizar la individualidad exuberante, alterada e inconsciente de los personajes de mi película).
Luego, detrás de ellos, podría abrirse una amplia llanura con el campo, la playa, el mar, y tú, que tanto amas a los maestros del surrealismo, podrías diseminar en esta profundidad celeste y luminosa algunos temas y situaciones de la película: el Grand Hotel, el Rex, el mesón nupcial, teniendo cuidado eso sí de conservar del surrealismo no su mal entendida vocación por lo subversivo gratuito, sino más bien haciendo lo posible por rescatar una de sus características más auténticas, es decir, la maravilla, el encanto liberador, la levedad soñadora, amenazante...
Chao, Giuliano, ponte ya mismo a trabajar con el entusiasmo y el compromiso de siempre y verás que el primer boceto que te salga será un desastre. Pero se puede hacer más de un boceto y hay más de un pintor capaz de hacer un boceto. Una última cosa, ésta sí muy en serio: no se te va a pagar, pero, para compensar, dentro de un mes todo tiene que estar listo.
Cuento contigo. No sé por qué.
Un abrazo afectuoso,
Federico.