Lo paradójico de esta colección de cuentos es que, desde las profundidades del tedio denso y palpable de sus personajes, emergen dos cualidades propias de la mejor literatura: la sorpresa y el humor. Sorprende y divierte, por ejemplo, la historia del empleado público que lucha a diario por descubrir las funciones para las que ha sido contratado y la del niño que ve cómo su casa es invadida poco a poco por lo que parece una cantidad inacabable de gatos y familiares y la del hombre que pasa la mayor parte del tiempo esperando a su novia en cualquier lugar. En esta especie de bestiario del aburrimiento, que es el Libro del tedio, José Ardila logra también un rico inventario de las sonrisas, las risas y las carcajadas que es posible asociar con la tristeza.