Mi casa es la tierra colorada; podría ser el centro del mundo. Hay quienes dicen que Nueva York, París o Tokio son el centro del mundo, pero yo digo que es un lugar de humilde magnificencia. Podés pasar con el auto sin darte cuenta. Las ondas de radio lo pueden tapar. No se puede construir con palabras, porque aún quedan sonidos en su forma sagrada, no verbal. Por ejemplo, para ese cuervo tonto que revuelve la basura al lado del corral, el centro del mundo son unas tiritas de grasa. Preguntale. No tiene que decir que la tierra se tiñó de escarlata por obra de una fe incansable, tras siglos de dolor y carcajadas: se posa en el cuenco azul del cielo, y se ríe.