El movimiento feminista tiene una larga historia en la Argentina. Sus orígenes datan de principios de siglo XX, continúan con la lucha por el voto femenino y llegan hasta hoy, con el reclamo por la legalización del aborto y las muertes a causa de la violencia machista.
Este episodio hace un repaso de parte de esa historia a través de una carta abierta. En 1973, poco antes de las elecciones y cuando aún gobernaba la dictadura de Agustín Lanusse, María Elena Walsh publica esta carta en la revista Extra.
La escritora y compositora trata a las mujeres como hermanas. Las llama a votar con libertad. Pero, principalmente, las invita a sentar las bases para un Movimiento de Liberación Femenina.
Lee la actriz y docente Irina Alonso.
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Querría empezar esta carta llamándote hermana, sea cual fuere tu edad y tu condición social. El parentesco es novedoso, un descubrimiento reciente del Movimiento de Liberación Femenina. Hasta ahora, sólo fueron hermanas las monjas, y al parecer no por ser hijas del mismo padre sino por ser esposas del mismo esposo, ¿no? Querría compartir con vos algunas incertidumbres, algunas indignaciones y algo que ha pasado a ser desesperación.
Sobre tus hombros el sistema descansa tranquilo, y por eso te recomienda tranquilidad, “femineidad”, que no te amachones abandonando los ruleros y usando la cabecita loca para pensar. Porque gracias a tu acrobática economía sobrevivimos, porque permites a los hombres, con tu mano de obra gratuita y/o peor remunerada, a soportar una situación que sin tu sacrificio sería intolerable.
La cultura capitalista, su psicología dirigida, sus medios, sus revistas femeninas (con las que haría una pira en Plaza de Mayo para quemarles el traste a sus editores), todo el aire que respiramos está contaminado de la misma falacia: la Natural incapacidad y subordinación de la mujer. Es nuestro mundo Occidental y Cristiano el que no permite a la mujer trabajadora disfrutar sin angustias de la maternidad, el que apaña burdeles y dos morales (una para damas y otra para caballeros), el que se escandaliza de actos terroristas pero hace la vista gorda ante los atropellos cometidos contra el cuerpo de la mujer.
“Las mujeres no se dan cuenta de cuánto las odian los hombres”, dijo una feminista. Se le escapó esta frase donde llama a las cosas por su nombre. Marginación, postergación y misoginia no son sino eufemismos que suavizan una realidad llamada odio. Punto.
El Movimiento de Liberación Femenina es una ideología revolucionaria, no exprimida de libracos apolillados sino del cotidiano martirio de la mitad de la humanidad. No es un entretenimiento destinado a distraer de la liberación de los pueblos, sino que esa liberación es mentira mientras la determinen exclusivamente los varones.
El Movimiento de Liberación Femenina no se conforma con paliativos, aunque no tenga más remedio que aprobarlos en primera instancia. Lucha para conquistar una absoluta autodeterminación, para acabar con el reparto de privilegios, funciones y sanciones según el sexo, para construir a la larga una nueva civilización, humana y cooperativa.
Las mujeres queremos lo que nos pertenece por derecho y nos arrebatan día a día. Es decir, todo. Las mujeres, que fuimos custodias de la vida, queremos más que nunca defenderla de los fabricantes de muerte.
Releo esta carta escrita al correr de la máquina y supongo que puede resultarte agresiva. Lo siento. No pude hacerla peor. Por más que aguce el estilo me es imposible reflejar la agresividad de una villa de emergencia, de los precios de la farmacia y de un aborto clandestino.
Creo que en este juego de los votos, como en tantos otros, las mujeres no somos nadie. Creo que nuestro partido se jugará, a la larga, en otro frente. Lo que no significa que no te celebre si vas a votar con fe. Yo también la tengo, pero en vos.