Supongo que no creerás que me he divertido el último cuarto de hora, ¿verdad? —dijo lady Blemley con aspereza—. Mi marido y yo tenemos mucho cariño a Tobermory (por lo menos hasta que se le enseñó ese horrible don), pero ahora, por supuesto, la única solución es eliminarlo lo antes posible.
—Podemos poner un poco de estrictina en las sobras que le dan para cenar —dijo sir Wilfrid—, y yo mismo ahogaré a la gata del establo