Era tosca y angular, a excepción de la abultada cúpula que sobresalía como una espina dorsal torcida. No era una nave diseñada para pasajeros comerciales quisquillosos. No había nada elegante ni inspirador en ella. Era mayor que una nave de transporte y más pequeña que una nave de carga. La falta de alas indicaba que había sido construida en el espacio, era una nave que nunca entraría en una atmósfera. Su panza sostenía una máquina gigantesca y compleja, metálica y puntiaguda, con hileras de crestas como dientes inclinadas hacia una aguja estrecha y alargada. Ella no sabía demasiado sobre naves, pero por los colores desparejos del casco exterior parecía que secciones enteras, quizá provenientes de otras naves, habían sido remachadas unas con otras. Una nave de retales. Lo único que inspiraba confianza era que parecía recia. Era una nave que podía encajar (y había encajado) unos cuantos impactos. Aunque las naves en las que ella estaba acostumbrada a viajar eran más agradables a la vista, saber que había un casco robusto y sólido entre ella y el vacío del espacio era reconfortante.