Henning Mankell

Él, junto con el presidente De Klerk, tenía que gobernar el país, conducirlo a través del hiriente pero no por ello menos extraordinario camino que los haría desembocar en la total erradicación del sistema del apartheid. El último reducto colonialista del continente negro caería por fin. Una vez alcanzado este objetivo, podría retirarse e incluso morir, si era necesario.

Por fin había comprendido lo que significaba la leona blanca. Estaba allí para revelarle que, ante todo, él no era un bóer, un hombre blanco, sino que era africano.

Quizá lo que está ocurriendo justo ahora me enseñe lo que implica hacerse mayor», pensó. «Comprender que hay preguntas que no tienen respuestas evidentes. Que hay que darse las respuestas que uno mismo considere».

No estaba segura de nada. La vida era incertidumbre, desde el primer día hasta el último. Pensó que estaba aprendiendo eso. Ser mayor implicaba darse cuenta de que en la vida de una persona podía pasar cualquier cosa.

También eso representaba un aprendizaje: el que en medio de la pena más grande podía haber islas de alegría, en medio de todos los temores y de la desesperación, una roca caliente sobre la cual sentarse y sentirse totalmente en calma.