Silvia Hidalgo

aquí el poder lo asignan ellos, los cobardes

Me enternece y me inquieta su fe ciega, cree que la profesión la salvará, que su talento y esfuerzo la salvarán. En el pasado yo también confié en mí, toda ilusión y actitud, porque yo sí, yo me abriría camino hacia la planta alta de los despachos marrones.

Ahora dudo de que estuviera cerca alguna vez

eso podemos temer a la penetración y follar, podemos temer al matrimonio y casarnos, podemos temer a los bebés y ser madres. Hay quien llama a este proceso superar los miedos; las mujeres lo llamamos enamorarse.

las que siempre nos perdemos, las que nunca sabemos llegar.

Yo me enamoré del Escritor cuando trabajaba de cajera. Me contrataron en un supermercado a media jornada mientras estudiaba en la universidad. Nunca he sido algo del todo, siempre he sido una cosa provisional a la espera de ser otra.

Yo he ido dibujando sobre mi cuerpo el mapa de un país en guerra.

sé que esa bondad suya de ver lo bello que fue algo es lo que nos mantendrá juntos,

permanecer juntos más allá, cuando no se piensa volver a procrear, sólo puede ser fruto de una inercia instintiva; sin duda, de un empeño irracional.

Eso queda cuando ya lo has dado todo. Tengo aún por regalar el tiempo y la compañía, pero los momentos serán repetidos. Los recuerdos ya han empezado a mezclarse unos con otros. Yo ni siquiera sabría qué pedirle a él.

El secreto de toda relación puede que esté en la superficie, prohibido escarbar, prohibido dinamitarla.