Ah, puédame yo vengar un día en brazos de usted del despecho involuntario que me ha causado la fortuna del caballero! Confieso que me lleno de indignación cuando pienso que ese hombre, sin razonar, sin tomarse el menor trabajo, siguiendo tontamente el instinto de su corazón, halla una felicidad que yo no puedo alcanzar. ¡Oh!, yo la turbaré… prométame que yo la turbaré. ¿Usted misma no se siente humillada? Se esfuerza usted en engañarle, y es más feliz que usted. Le cree atado a su cadena, y es usted la que lo está a la suya. Duerme tranquilamente mientras usted vela para procurarle placeres. ¿Qué más podría hacer su esclava?