Amanda Lovelace

ya no

puedo

recordar lo

cálida que

se sentía tu

risa de nicotina

cuando se

deslizaba a través

de mí.

–cómo saber cuándo de verdad se terminó

Las mujeres no soportamos porque podemos,

no;

soportamos porque no tenemos otra opción.

cuando una chica muy, muy triste y con el corazón destruido se encuentra cara a cara con un chico precioso que adora destrozar corazones más que a nada en el mundo, ¿hay forma alguna de que eso no termine en un baño de sangre?

yacemos en un cómodo silencio durante varias vidas y reencarnaciones hasta que finalmente tú lo rompes:

no puedo decidir a quién le tengo más miedo: si a ti o a la persona en que me he permitido convertirme desde que te conocí.

si están buscando a la víctima perfecta, entonces mejor bajen las linternas. no van a encontrarla aquí

–no sabía que se podía hacer duelo por un hombre vivo

tal vez no tenga mucha fe en dios (en realidad sabes que nunca la tuve, y eso siempre te molestó), pero la mera idea de que estés acechando entre las sombras que me rodean me hizo querer llenar todos mis frascos de perfume con agua bendita.

–exorcíceme, padre

que tu corazón se tome su tiempo –él responde, con una seguridad en la voz que jamás había oído–. resulta que el mío también necesita descansar. ya que ambos estamos aquí, podemos meterlos en una caja bajo llave para que piensen juntos lo que quieren hacer.

su nombre

yace

dentro de

mi garganta

como

si hubiera

nacido

intentando

decirlo.