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Adela Fernández

  • Alian Hernández Romerohas quoted20 days ago
    pestilente. Los tendederos de pañales por todos lados, en el baño, en la recámara, en la sala. Para ti no había espacio y a pesar de eso tratabas de luchar. Pintabas cualquier cosa y salías a venderla a la calle o de oficina en oficina. El poco dinero ganado era para la leche de los niños, cualquier otro alimento, jabón, ahorros para la renta siempre retrasada. Los niños mayores no iban a la escuela porque no tenían zapatos, tan descalzos como carentes de ganas. Teresa quería ir al cine como si fuera un placer tratar de divertirse con los hijos a
    cuestas. Los vecinos se quejaban del ruido y el dueño del edificio golpeaba la puerta, amenazándolos con lanzarlos a la calle.

    Oye, Abel… ¿recuerdas todo esto? Recuerda el día que, aturdido por el llanto de tu hijo más pequeño, trataste de callarlo con una almohada. El niño murió asfixiado. Huiste de casa y te refugiaste en un terreno baldío. Viviste ahí, dentro de un depósito de concreto para agua, sumido en la estrechez y en la oscuridad, apestado por el remordimiento de tu involuntario crimen. Infanticida muriendo como rata, sin agua ni comida. A veces, quitabas la tapa y sacabas la cara al sol, e incluso te animaste a salir para ir a beber agua al charco. Cinco días estuviste así. Al pensar en tus otros hijos, lograste reaccionar y volviste a tu casa. Teresa nada te dijo, ni siquiera hablaron del entierro de Jorgito, ni de lo que más importaba saber, si hubo o no líos con la policía, averiguaciones. Al parecer la eliminación de un infante que a nadie le importa no trastocó la normalidad.

    Conseguiste madera y dentro de la recámara construiste un cuarto de un metro cuadrado, lo tapizaste con corcho aislante. En él te encerrabas, escapando de los rostros y del ruido, centrado en la sombra reducida y espesa, enajenado de todo, misógino, atendiendo tus fobias mientras afuera tus hijos se morían de hambre. Teresa te sacaba a la fuerza, te obligaba a pintar un cuadro y salías a venderlo para después volver al aislamiento. Un día encontraste el cuartito deshecho, celda íntima anulada por quien no entendió tu criptomanía. Con terquedad lo
  • Mariana Nomáshas quotedlast year
    Sólo hay algo más terrible que la muerte: desperdiciar la vida.
  • Mariana Nomáshas quotedlast year
    En recuerdo del dolor de tanta lucha; de su infancia y juventud amordazadas en el silencio del trabajo; de las iras y ternuras; de los girasoles cabizbajos sin sol; en recuerdo del fósforo alucinante, lluvia de estrellas en las playas de Huaymitún.
  • Zalvehas quotedlast year
    La bodega de don Rodolfo, un almacén de locura
  • Zalvehas quotedlast year
    Afuera, donde flores cálidas decoran el campo, a nadie le importa que el amor haya sucumbido deshecho en la indiferencia sucesiva
  • Zalvehas quotedlast year
    Pero resulta que Zarceo padece una extraña e injustificable tristeza —al parecer pescada en un camión urbano al igual que la gripe— que ha venido a quitarle el apetito de vivir. Ha decidido dar fin a su existencia, pero desde luego se ha preocupado por inventar un nuevo tipo de suicidio
  • Cristinahas quoted10 months ago
    En recuerdo del dolor de tanta lucha; de su infancia y juventud amordazadas en el silencio del trabajo; de las iras y ternuras; de los girasoles cabizbajos sin sol; en recuerdo del fósforo alucinante, lluvia de estrellas en las playas de Huaymitún.
  • Cristinahas quoted10 months ago
    “Nacerá una niña y la llamaré Verónica, la encerraré en el invernadero, dormirá sobre la tierra, la regaré. Se volverá planta, una verónica en verdad. No vale la pena ser humano”.
  • Salma Caristohas quotedlast year
    los cabellos verdes, y el rostro y las manos blancos como las magnolias.
  • Salma Caristohas quotedlast year
    Savia venenosa su saliva
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