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Daniel Levy

  • Priscila Navarrohas quoted5 months ago
    ¿Cómo es que personas tan jóvenes atacan su cuerpo, atentan contra su vida? ¿Cómo entenderlo? ¿Es posible explicarnos las causas, los motivos de esas acciones? ¿Son cuestiones psicopatológicas individuales? ¿Son ellas iguales en cada ciclo de la vida (adolescencia, adultez, tercera edad)? ¿Y qué podemos decir respecto de su creciente aparición en edades más tempranas? Por otra parte, cuando advertimos que se
  • Priscila Navarrohas quoted5 months ago
    ¿qué diferencias y relaciones existen entre las autolesiones, las ideas de muerte, los intentos de suicidio y otras autoagresiones en la adolescencia?
  • loreleydominguez11has quoted4 months ago
    Qué no hacer en el “después”?
    El anhelo de dejar atrás lo acontecido y de dar vuelta la página lleva a negar de alguna manera que el tiempo del trauma vivido no es igual al tiempo cronológico. Se impone la idea de que aquel impacto se ha de disolver de manera natural y, por lo tanto, se puede dar por cerrado “el caso”. El deseo de ignorar no admite la posibilidad de que existan secuelas, efectos y consecuencias del trauma vivido por la comunidad.

    Estar advertidos de esa tendencia, de ese empuje, nos permite no bajar la guardia y registrar que estamos en un tiempo “después”, en el que se pone en marcha la postvención y continuidad de los cuidados.

    Una respuesta “de compromiso” (en el sentido de réplica única y superadora de lo acontecido que por fin lo clausure) puede ser convocar a especialistas para abordar el suicidio, tematizándolo: este es uno de los modos de la negación. Habrá que explorar de qué manera instalar de manera sistemática el tema en la agenda institucional. Acompañar el proceso es sostener la tensión entre memoria y olvido, procurando la adecuada recuperación de la tarea como eje de la vida cotidiana.

    En muchas situaciones –de modo espontáneo, en tanto rasgo que hace tiempo oferta la época o incluso propiciado por los agentes institucionales, cuando invitan a pronunciarse a través de mediaciones expresivas– se arman espacios que reúnen dibujos, frases, objetos y grafitis que recuerdan y homenajean a los adolescentes que se han quitado la vida.

    Son una suerte de altares permanentes en memoria del compañero fallecido. Cuando surgen espontáneamente y las condiciones lo permiten, sin duda cumplen una función en el proceso que venimos describiendo. Es tan importante acompañarlo como, llegado un determinado momento, propiciar la idea de su transitoriedad. Esta cuestión tiene aristas para debatir, sin duda, pero nos guía la idea de que ese recuerdo pueda dejar de estar sostenido en la materialidad de un espacio –una pared u un cuarto– para dejar paso a la memoria, a la presencia y a la materialidad de todo aquello que se siga haciendo en esa institución para que la misma sea una zona sensible de escucha de los problemas de los adolescentes y jóvenes, insertos en un mundo cada vez más hostil y menos hospitalario para las nuevas generaciones.
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