que es siempre una deserción. Estoy de acuerdo con ella, con la ciudad: quien no estuvo o se ausentó ahora no está; su derecho de ciudadanía ha prescrito. Ahora es uno de los muchos transeúntes a los que ella acoge, sin oponer resistencia, un extranjero embobado al que nadie ahuyenta, al que se observa de reojo como si fuera una mercancía maleable.