Para la mayoría de las personas, entregarse va contra todo el condicionamiento recibido y contra la cultura en la que hemos crecido (un amigo mío, aficionado a la historia militar, me dijo: «La idea de entregarme no me apasiona demasiado»). Quizá podamos pensar en el concepto de entrega desde otro punto de vista. Entregarse es como lanzarse en paracaídas: primero asusta, pero cuando nos acostumbramos, nos
entusiasma. O imagina que te estás aferrando a la orilla de un río y, entonces, te entregas y te dejas ir, con la corriente. Es fácil: recorres largas distancias sin apenas esfuerzo, en lugar de luchar por permanecer en el mismo lugar.