"Así que la historia del arte tampoco le impide acordarse del horror que le produce tener un cuerpo de chica."
La literatura clásica tiene su belleza en las proezas de su oficio y en su increíble prosa, sin embargo, ya es obsoleta, va siendo hora de ser más cautos y leer lo desafiante, lo que no nos gusta, lo que se necesita. La literatura moderna tiene entre sus estantes este libro imprescindible de Rosario Villajos, Premio Biblioteca Breve 2023 y con un discurso necesario.
Una tarde de finales de agosto, Catalina, que acaba de cumplir dieciséis años, abandona la casa de su mejor amiga buscando hacer autostop para llegar a su casa, como a cualquier joven de su edad, le aterra subirse al coche de un extraño, pero no tanto como lo que imagina que le espera si no cumple con el estricto toque de queda impuesto por sus padres, por la sociedad, por las mujeres y por los hombres.
"Catalina no quiere que la violen, ni que se la coman, ni aparecer por partes en una cuneta, pero tampoco quiere condicionar su vida al lobo cuando intuye que, como dios, puede que esté en todas partes."
La educación física dibuja el retrato de una adolescente marcada por una relación complicada con su propio cuerpo y por el rencor hacia un mundo empeñado en convertirla en culpable por el hecho de ser mujer, en cada reflexión, pone en evidencia los relatos sobre los que se construyen los valores de toda una generación, todos ellos tienen errores imperdonables e inexcusables, pero afortunadamente, te invitan a reflexionar sobre el papel de Carolina (que no es su nombre pero se parece) en una sociedad que margina, corrompe y vulnera. Somos culpables, ya va siendo hora de asumirlo.
"A Catalina se le revela la posibilidad de que, hasta cuando parece una huida en toda regla, como la de Paris y Helena —Helena con H, Helena de Troya—, lo llaman rapto. Ponen el cuerpo de una mujer como el detonante de una guerra, el robo de una mercancía, algo que pertenecía a cualquiera excepto a la misma Helena."
Rosario escribió una novela que debe ser leída por adolescentes y padres, pero no se debe quedar ahí, debe comentarse, ampliarse y diversificarse, pero sobre todo alejarse, mucho, muy lejos de aquella educación sentimental con la que Flaubert retrataba la vida y época de un joven burgués en el siglo XIX. Debe ser una novela para romper paradigmas, donde podamos discernir quiénes somos y también donde podamos reflejar y entender nuestros miedos, cual es nuestro papel en este entramado y cómo podemos mejorarlo desde nuestra trinchera.