El primer paso para comprenderlas estribaba en la formulación de la canónica o «ciencia del criterio», en términos epicúreos. La canónica organizaba los parámetros necesarios para diferenciar lo verdadero de lo falso, y es aplicable a la vida diaria, a la física (que corresponde al estudio de la naturaleza y el cosmos), y a la ética. Su orientación era empírica, puesto que establecía como criterios de verdad las sensaciones (es decir, la información servida por nuestros sentidos), las anticipaciones (ideas generales creadas a partir de la repetición de sensaciones) y las afecciones (las pasiones y los sentimientos, el placer y el dolor).