Empecé a rodearme de gente que me hace feliz, que me suma, a ir a lugares que me dan ganas y a poder decir “no” a aquello que no me satisface. Me di prioridad, me dediqué más tiempo e hice actividades que venía postergando. Me amigué con la palabra no y entendí que no pasa nada si desechamos algunos objetos, que el mundo sigue girando y que lo único que puede ocurrir es que mi vida cambie, pero para mejor.