No más gloriosos ni menos crueles son los sometimientos de los indios yaquis de Sonora y los mayas de Yucatán que cierran con broche de oro el siglo XIX e inauguran el siglo XX, y tranquilizan el ánimo del dictador, quien poco antes había manifestado: «No debemos estar tranquilos hasta que veamos a cada indio con su garrocha en la mano, tras su yunta de bueyes, roturando los campos».