—¿Viste a su otra hija, Emelina? ¿Ella sigue viva?
—No vi a Emelina —sonaba raro su propio nombre dicho a Cas en voz alta.
—Mi padre también la quería muerta —Cas tragó saliva—, pero desapareció después de que mataron a su familia. ¿Y por qué debía importarle una ruina inútil? Si no tiene poderes, no es peligrosa —más que decírselo a ella, parecía estar hablando para sus adentros.
—Es cierto —dijo Em con un dejo de amargura.
—Siempre he pensado que es un poco cruel decirles inútiles.
—Es la descripción más acertada —dijo ella.
—Si quieren, pueden resistir al poder de un ruino, ¿no? Eso ya es algo. No me importaría tener esa capacidad.
—Los ruinos no se atacan entre sí —dijo ella—, así que esa capacidad es tal como la describen: inútil.
Él volvió a mirar el suelo. Se veía demacrado. Parecía que no le molestaban los largos silencios, o que ni siquiera se daba cuenta de que tenían lugar. Ella esperó unos momentos y él comenzó a hablar de nuevo.
—No es mucho mayor que yo —dijo Cas en voz baja—. He estado pensando en cómo me sentiría si las cosas fueran al revés. Si hubiera sido yo capturado por los ruinos y aguardara mi muerte. Creo que estaría aterrorizado, y muy enojado.
—Enojado —repitió ella.
—Porque, ¿él qué hizo? —su voz era casi un susurro—. Para ser completamente franco, por eso me molesté contigo cuando dijiste eso de mi padre. Creo que tienes razón. Estamos exterminando a toda esa gente por un crimen que creemos podrían cometer. Pensamos que podrían ser malvados. Trajeron a Damian porque estaba intentando cruzar a Olso, que técnicamente no tiene nada que ver con nosotros. ¿Qué más ha hecho? ¿Por qué merece lo que le hicieron anoche? —y le hizo una seña—: Si él fuera uno de los ruinos que mataron a tus padres, ¿no deberías ser tú quien decidiera su castigo?