Michelle Roche Rodríguez

  • Laura Segoviahas quotedlast year
    Una tarde, después de rezar el rosario, mi madre emergió de la penumbra gris de su cuarto enfundada en un vestido negro nuevo, como si fuéramos a recibir una visita. Era el momento de sentarnos en la ventana, me informó. La costumbre dictaba que, como a las muñecas en los comercios, a las mujeres en edad casadera las pusieran en exposición hasta que un hombre quisiera llevárselas o, según el eufemismo de la época, «pretenderlas». Hasta ese día yo nunca había «ventaneado», e ignoraba por qué alguien podría regocijarse de perder el tiempo en semejante ocupación –o, más bien, «desocupación»–. Una vez Sara me habló de eso como de un acontecimiento en la vida de una mujer, pero la práctica me parecía tan anticuada como ridícula. ¡Qué terrible sino el de las condenadas a mirar cómo pasa la vida de los demás, sentadas en actitud secundaria de humildes espectadoras!
  • Mhas quotedlast month
    Corría el año 1921
  • Mhas quotedlast month
    los catorce años, fuera del pelo rojo cortado a lo garçon, nada en mi aspecto resultaba llamativo.
  • Mhas quoted8 days ago
    l tiempo dio un corcoveo, como si alguien hubiera apagado lo que quedaba de la luz solar por equivocación e inmediatamente la hubiera vuelto a encender. Pero el brevísimo intervalo de oscuridad estaba lleno de horror. Fue un salto del alma. El sonido de un plato y la mecedora cayéndose. Frente a mí, mucho más cerca que un momento antes, Héctor. La estupefacción y un grito detenido en su boca. Luego, la herida en su brazo, ennegrecida y deforme, supurando algo más que sangre.
  • Mhas quoted8 days ago
    Una gruesa raya sobre su brazo pronto se hinchó de rojo donde tenía el corte de un cristal. Algo enrareció el ambiente más que la tormenta.
  • Mhas quoted8 days ago
    De forma instintiva me pasé la mano por los labios. Sobre la palma me quedó una mancha de sangre.
  • Mhas quoted8 days ago
    problema mi interés por ciertos hombres, quienes, sin otra causa aparente más que su masculinidad, me inspiraban a abalanzarme sobre ellos. A veces necesitaba morderlos, otras, la pasión me atravesaba, rauda, y solo tenía tiempo para imaginar al hombre tendido en el suelo, con mi cuerpo encima del suyo. Nunca antes mis impulsos se convirtieron en realidad, ¿por qué esa vez había llegado a la violencia?
  • Mhas quoted8 days ago
    Quizá el deseo animal se originaba en mis órganos femeninos, pero estaba segura de que no era solo sexual. Había algo emotivo allí. Antes de fijarme en los hombres, tuve impulsos similares frente a los actos de violencia. Sentí este, lo llamaré «deseo», la primera vez que vi a Teresa preparar pastel de gallina
  • Mhas quoted8 days ago
    minaban y la obsesión por la sangre seguro era el síntoma de un malestar diabólico; por mi bien, no debía verbalizarlo. Por qué me pasaba eso a mí o por qué ocurría justo cuando tan cerca estaba de convertirme en mujer no podía dilucidarlo
  • Mhas quoted8 days ago
    La primera era prohibirme continuar con los estudios de Magisterio. Sentí que el techo caía sobre mi cabeza. Tenía todas mis esperanzas puestas en fraguarme un futuro como maestra y me había costado mucho conseguir el permiso de papá para que continuara por esa senda mis estudios. E
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