Diciembre no es un mes.
La gente se la pasa
despidiendo algo
aunque nadie sabe qué.
Entre cena y cena,
una de esas noches
un quiosco anuncia:
cerveza fresca
24 horas.
Una terraza,
Vos y yo
sentados en una mesa
de esas que se hacen
con pedacitos de azulejos.
Como la del patio
de mi abuelo
en su casa de Liniers.
Un viento que amagaba
con llevarse el calor,
y hacía volar
mi pollera de flores
rozándome las piernas.
El olor del sol
estaba
en las toallas secas
a la mañana,
dijiste.
Algunas noches,
cuando hace mucho calor,
me acuerdo
de la humedad
en los pulmones antes
de esa tormenta.
Y de nosotros
mirando el cielo
hasta que los rayos se apagaron
con la luz de la mañana.