Clarke no sabía lo que era la soledad. Las voces acechaban por todas partes. La llamaban desde cada rincón de la oscura celda. Llenaban los silencios entre los latidos de su corazón. Le gritaban desde los más profundos recovecos de la mente. No quería morir, pero si tenía que perder la vida para silenciar aquellas voces, estaba lista.