María Vinós Zelaya

leí Chicken Licken, el encantador libro de Jan Ormerod, estaba tan ocupada en analizar los distintos niveles en los que opera el texto, que olvidé por completo al bebé —cuyas travesuras forman una de las narrativas claves de este complejo álbum ilustrado

en nuestro sistema educativo no se comprende, ni se aprovecha, la lectura de imágenes como una destreza o capacidad. En Inglaterra y Gales, donde el Programa Nacional lleva 15 años en operación, los elementos visuales no son parte importante del aprendizaje de la lectura, aunque se considera que los álbumes ilustrados son los textos principales para niños menores de sies o siete años. De hecho, la alfabetización visual no se menciona en

Para los padres o maestros que recurren sobre todo a los álbumes ilustrados a la hora de dormir a los niños o en la hora de lectura, estos libros, en el peor de los casos, proporcionan un escape de la rutina y la realidad. Pero para los adultos que se acercan a los álbumes ilustrados con alguna conciencia de la forma en que operan, su lectura puede resultar mucho más significativa, pues el placer intelectual converge con el estético, en ocasiones con resonancias emocionales y casi siempre con un poco de humor por añadidura. Como señala Nikolajeva, la mayoría de los adultos requieren más ayuda que los niños para apreciar un álbum ilustrado más allá del ámbito de la trama.