Descubro al hacerlo un estado de ánimo nuevo que nadie sospecha. Me consiento todos los excesos, soy injusta y de lo más cruel, carezco de imaginación y el castigo no es refinado, descubro que soy elemental y vil, me invento un ataque de nervios, y lo que me sorprende es la energía que requieren los arrebatos a todo pulmón, los gritos y los golpes. No estoy segura de haber sentido algo así en otras circunstancias, soy una niña tranquila y dócil que tiende más a agradar que a rebelarse. Es la primera vez que pierdo los estribos, que la cara se me pone encarnada y acalorada de ira, que la voz corre el riesgo de dañarme las cuerdas vocales. Dejo que cruce por mí una violencia inédita y pierdo los nervios de verdad. Salgo de ese ataque sin resuello y dolorida, las muñecas me han puesto el corazón a cien, me han hecho subir la adrenalina, y esa violencia que escenifico no sé aún de dónde sale.