Tener hijos es bellísimo, se descubre un mundo nuevo que de otro modo se habría perdido. Es extraordinario tener hijos, aunque siempre tienes el temor de no hacer lo suficiente, y a veces la duda de haberte equivocado. Un temor mitigado sólo por la certidumbre de tu coherencia, de una honestidad llevada hasta la obsesión, y por la conciencia de no haber traicionado nunca la alegría de ser madre. Es maravilloso seguir la vida de un hijo desde que nace y participar en su crecimiento, sintiéndose indispensables. Tomar parte en el más hermoso experimento que el mundo pueda ofrecer. Hacer de padre es bellísimo, llena de alegría, aunque la alegría no excluye la melancolía y tampoco el dolor.