En la primera línea siempre hay muchas ganas, mucho campo abierto. A medida que avanzas las puertas siempre van cerrándose, marcándote un camino concreto. Escribir es ir perdiendo libertad en cada párrafo. Pero en la primera línea eres libre. No dependes de nadie. No eres aún esclavo de tus propias palabras. Ocurre como en la vida, que, a medida que avanzas, van escaseando las opciones.