Los problemas de las ciudades eran descritos en términos de lucha del pasado contra el futuro; era necesario olvidarse del primero y abrazarse al segundo, y los problemas comenzarían a diluirse. Como es lógico, no ha funcionado, porque se han querido combatir situaciones estructurales desde la mera superficie: la consecuencia obvia es que el exterior del edificio es más brillante, pero las vigas del interior apenas lo soportan.