María Fernanda Mosquera García

Hace unos años, la filósofa y periodista, Carolina Sanín, dirigió una crítica a la “mayoría de colombianos de estratos privilegiados que, en algún momento, han tenido a una mujer semicautiva en su casa” (Sanín, 2 008).

de la ‘muchacha’”, Sanín (2 008) censura a los empleadores del servicio doméstico por las “condiciones irracionales” en las que trabajan muchas empleadas domésticas en Colombia. Con esto se refiere a los “salarios de miseria” sin prestaciones sociales por los que trabajan muchas empleadas domésticas, las extensas jornadas laborales que trascienden las doce horas de trabajo, las salidas de descanso cada quince días, los jefes autoritarios, los “uniformes denigrantes”, y el “cuarto de atrás” que se les asigna para vivir (en los casos de las empleadas internas).

ratar a sus empleadas como miembros más del hogar” (Sanín, 2 008).

Esta autora afirma que a partir de esa concesión, los patrones creen que tratar a las empleadas como parte de la familia “los exime de una responsabilidad social y humana, e ignoran que sería más apropiado que la ‘muchacha’ sea tratada como una trabajadora con derechos, que además, quisiera tener su propia familia” (Sanín, 2 008).

n la emisión del 5 de diciembre de 2011 del programa La W se criticó la idea de “retratar una Colombia en dos opuestos: donde el rico vive en una casa espectacular, mientras es atendido por un pobre que además está uniformado como tal”

“en Colombia se considera normal crecer con empleadas y considerarlas parte de la familia porque existe afecto hacia ellas” (W Radio, 2 011).

Busco mostrar cómo se marca la distancia en las relaciones de servicio doméstico y cómo, a pesar de la ­asimetría social que las caracteriza, se establecen vínculos de afecto y de confianza entre las empleadas y sus empleadores

siempre hubo temor (en algún grado) por parte de ellas en cuanto a que la información que compartían conmigo fuera expuesta por mí ante sus patrones.

don”, “la señora”, “el señor”, “mi patrona” o “mis patrones

Bourdieu (2002) sostiene que, “el mundo social es historia acumulada”. Las trayectorias de vida de estas mujeres articulan diferentes procesos sociales e históricos a la vez (p. 131)