José Antonio Molero Bote

ha vuelto una moda, no hay dificultad en declarar que un músico o un pintor es existencialista

no deja de ahondar y profundizar en los problemas que acechan al hombre y a su modo de vivir y relacionarse

en un mundo que ha perdido del todo la inocencia

porque este siglo marca, como ningún otro, el desvanecimiento decisivo entre literatura y filosofía —al menos alguna filosofía— en la

L’Étranger o Caligula son la representación gráfica del absurdo como los héroes de La peste lo son de lo prometeico

prometeico y el espíritu de rebelión

los tratados por los existencialistas: la finitud, la contingencia, la autenticidad, la libertad necesaria, la enajenación, lo absurdo, la elección, el compromiso, la soledad

existencial, el estar en el mundo, el estar abocado a la muerte o el hacerse a sí mismo

Albert Camus un estudio del ser a la manera de Sartre o Heidegger, «por voluntad propia» y por «no saber apreciar la razón» según reconocería

Sócrates, hasta la copa en la que sitúa a Bergson, Blondel, Sartre, Heidegger, Chestov, Berdiaev, etc., pasando por Kierkegaard, Pascal, Nietzsche