Al mediodía las contratadas salían a comer. Por el contrario, las temporales comíamos sin levantarnos de la silla. Era una regla tácita. Si una empleada fija comía en su mesa de trabajo era porque o bien tenía mucho que hacer, o había tenido algún problema con su grupo habitual de amigas. No es que nos evitásemos, algunas incluso me caían bien, simplemente veníamos de lugares muy distintos. Seiscientos o setecientos mil yenes contra treinta mil.