la tradición africana, por ejemplo —donde la mayoría de las lenguas son tonales—, el discurso hablado no es más que una “degradación del canto”, el tenue recuerdo del tiempo mítico en que el lenguaje y la música eran una misma cosa. Borrada la distinción entre palabra, música y danza, es el tiempo ritual el que permite completar el círculo de la representación total.