Únicamente esto: tú me diste la oportunidad de evadirme de mí mismo y de instalarme en un lugar distinto. Contigo, podía abandonar mi realidad. Eras el complemento de la irrealización de lo real, incluido de mí mismo, algo de lo que llevaba ocupándome desde hacía siete u ocho años a través de la escritura. Para mí, eras la portadora de la puesta entre paréntesis del mundo amenazante donde yo era un refugiado de ilegítima existencia, cuyo porvenir nunca se prolongaba más allá de tres meses.