Gacy era un caso tan extremo que me pregunté si podía haber algo más que contribuyese a sus actos, alguna herida o daño en el cerebro, o alguna anomalía anatómica. Pero no la había. Era normal. Lo que demuestra lo complejo e impenetrable que puede ser a veces el cerebro, lo reacio que se muestra a revelarnos sus secretos. Que las diferencias en la educación, digamos, o cualquier otra experiencia al azar, pueden producir unos cambios sutiles en las conexiones internas y en la química, que luego expliquen esos movimientos tectónicos en la conducta.