soy admirador del economista J. M. Keynes, pero el sistema keynesiano (en resumen, un Estado que intervenga directamente en la economía en tiempos de crisis, invirtiendo en infraestructuras y reanimando el mercado de trabajo y el consumo) funcionaba bien en 1930 por dos razones: la primera, porque en ese momento no sabíamos que los recursos del planeta eran limitados. Y la segunda razón es que, después de la Primera Guerra Mundial, se tenía que reconstruir absolutamente todo, ciudades enteras.
Hoy el contexto es totalmente diferente, y pensar en términos keynesianos es una contradicción. Además, habría que añadir otro elemento ligado directamente al avance tecnológico; el esfuerzo del Estado en invertir para que el «motor» vuelva a funcionar podría crear riqueza, pero no significa que automáticamente se cree trabajo, o que este sea digno para el trabajador.
De hecho, esto está pasando en muchos países, y parece estar vinculado directamente a la robotización y al automatismo.