Algunos de nosotros nunca logramos controlar el caos, así que nuestras vidas discurren sin más; la tierra da vueltas por el espacio a dos millones de kilómetros por hora y nosotros vamos dando tumbos por su superficie como calcetines desemparejados. Nuestro corazón es como una barra de jabón que constantemente se nos escapa de las manos. En cuanto nos relajamos un segundo, sale disparado y nos enamoramos y sufrimos un desengaño, así, sin más. No tenemos ningún control. De manera que aprendemos a fingir, todo el tiempo, en el trabajo y en nuestro matrimonio y con los hijos y con todo lo demás. Fingimos que somos normales, que tenemos una formación general, que comprendemos lo que significa «nivel de amortización» y «tasa de inflación».