Nerviosa, jugueteó con el relicario, que seguía poniéndose todos los días.
Katherine reparó en ese familiar gesto de su amiga.
—Estás ocultando algo.
—Lo he conocido hace un rato —respondió, reconduciendo la conversación hacia temas menos traicioneramente emocionales—. Al misterioso nuevo lord.
—¡Maldita aburrida! —Kitty abrió mucho los ojos—. ¿Por qué no ha sido lo primero que me has contado? ¿Era guapo? ¿O parecía que sus ojos podrían hacerte arder el alma?
—¿Quién diablos te cuenta esas cosas?
—Disfruta un poco, cariño. O es guapo, o es feo. Aunque la belleza es bastante subjetiva, ¿no?
Camilla se encogió de hombros con indiferencia y los dejó caer, sin comprometerse a revelar nada.
—No hay mucho que contar.
—Entonces, hazlo para complacerme. ¿Cuáles fueron tus primeras impresiones?
—Eres imposible —dijo Camilla en broma.
—Curiosa, no imposible. Sabes cuánto adoro ser la primera en enterarse de los secretos.
—Está bien. Es alto, arrogante y lo más probable es que tenga un miembro pequeño. No logro imaginarme que exista ningún otro motivo para que sea tan grosero. Deberías haber visto cómo entró y exigió un encargo. Los hombres como él son aborrecibles. No me sorprendería que estuviera convencido de que el sol sale y se pone porque él así lo desea. Que les den a las leyes de la naturaleza. Lord Synton es el Dios creador y más vale que no te atrevas a olvidarlo, palurda.
Los ojos de Kitty brillaron con una alegría apenas reprimida.
—Veo que no hay nada que contar. Excepto que te vas a enamorar locamente de él. ¡O tal vez sea el perfecto compañero leal!
Camilla no pensaba hacer tal cosa y él no sería nada suyo. Levantó su vaso cuando su amiga se ofreció a rellenarlo, guardándose sus convicciones para sí misma.
Con suerte, el problemático lord Synton nunca volvería a llamar a su puerta.